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Nahila Hernández en Ultra Maratón Sovev-Emek
Atletas Ultramaraton

Nahila Hernández: 166K para cerrar el Grand Slam

Nahila Hernández

Por Nahila Hernández

La recuperación después del Great North Walk 100s fue dura e intensa. Sin duda mi cuerpo experimentó un nivel de daño y desgaste sin precedentes, y con sólo un mes de recuperación entre Australia y mi próximo desafío en Israel, el pronóstico era complejo. Por eso, decidí que haría de mi paso por el Ultra Maratón Sovev-Emek una experiencia agradable, poniendo el foco en disfrutar.

El lunes 13 de octubre me embarqué junto a Cristian Sieveking, que iba por la versión de 200K, hacia Israel, un país que siempre soñé conocer. Después de más de 24 hrs de viaje, llegamos, y desde el primer momento comenzó a hacérsenos evidente que aquel era un país en estado de guerra, cuando al ver mi pasaporte los guardias de seguridad del aeropuerto se acercaron a mí muy serios y me pidieron que los acompañara a un cuarto. Mi nombre, de origen árabe, al igual que mi lugar de nacimiento: un país musulmán. Preguntaron por mis padres, mis abuelos, si tenía alguna religión, si sabía hablar en árabe. Al principio me lo tomé con un humor, pero cuando seguían preguntándome, una y otra vez, cuál era el propósito de mi visita, les dije que buscaran mi nombre en Google. Parece que funcionó.

En el aeropuerto nos estaba esperando Amir Belzer y Dana Beserglik, él, un israelí asignado por la organización de la carrera para recibirnos en su hogar en los días de competencia y ella, una amiga corredora. Ambos encantadores, creo que nos caímos bien todos desde el principio. Nosotros partimos unos días a Jerusalén. Muy especial la experiencia de estar en la ciudad antigua, el mar muerto, Massada, Nazaret, etc… 3 días después nos fuimos a casa de Amir y Yael (su esposa), en una ciudad pequeña de playa a unos 70 kms de la zona de competencia: Netanya. Ambos súper atentos y buena onda. Al día siguiente partimos rumbo al hogar de Sagiv, el hermano de Amir que vive en un hermoso kibutz (Mishmar Ha Emek ) a sólo siete kilómetros de la zona de competencia.

Los kibutz son comunidades donde la organización se encarga de abastecer por igual las necesidades de sus habitantes. Todos trabajan y parte de sus ingresos son destinados al mantenimiento del lugar. A la vez, todos reciben comida, salud, un techo, educación y otros bienes que aseguren su bienestar. El concepto data de 1910 y surgió como un experimento político, social y cultural ante la inminente necesidad de aunar esfuerzos para potenciar una producción agrícola a mayor escala.

Nahila HernándezEl Ultra Maratón Sovev-Emek es una carrera de trail, que consta de un circuito de 33 kilómetros de extensión que transcurre entre cerros, bosques y wadis –cauces secos de ríos estacionales y pasa por lo que un día fue una antigua carretera romana. La carrera se caracteriza por su amplia oferta de modalidades: los competidores pueden anotarse para correr 12 km, 21 km, 33 km, 61 km, 100 km, 100 miles (166km) y 200 km, completando las vueltas necesarias o versiones de ésta en la ruta establecida y alcanzar la distancia deseada. Producto de ello, son muchísimos los competidores inscritos, mas de 1500 corredores, sobre todo por las modalidades de menores distancias. El resultado termina siendo una carrera muy masiva, marcada por la energía y efervescencia que esto implica. Días antes de la competencia, aprovechamos el tiempo libre para recorrer parte de la ruta. Fue una sabia decisión, porque pensamos que la ruta era de tierra, pero NO, eran mayormente piedras grandes y filosas por el camino. “Esto se viene duro para mis pies”, pensé de inmediato.

Llega el día y la hora, dan la salida. Yo entro en ritmo rápidamente… ya durante la primera vuelta comencé a notar cierto ardor en la entrepierna producto de un roce cuyo origen jamás descubrí. Los shorts que tenía puestos ya los había usado antes en competencia, y la ropa interior que llevaba carecía de costuras que pudieran provocar la irritación. El dolor era espantoso, comencé a sangrar, y al hacer pipí era horrible. Pero tuve que contenerme, concentrarme y dejar la sensación fuera de escena. Lo había hecho antes tantas veces, esta no sería la excepción.

Así, corrí los primeros 80 a 100 kilómetros tranquila y segura, haciendo un buen tiempo, con cero presión y disfrutando al máximo. Las cosas comenzaron a complicarse pasados los 120 kilómetros. Junto con el dolor en los pies que venía aumentando desde la segunda vuelta y que con cada vuelta se volvía peor y peor por la pisada constante sobre piedra, mi lámpara empezó a fallar por segunda vez. Corría sola en la mitad de la noche por el km 145 (a nada de terminar) cuando de pronto, a pocos metros de distancia, vislumbré la silueta de un búfalo. Caí en cuenta que aquel era el primer búfalo que me encontraba en toda la carrera, que varias veces había pasado por ese lugar y ni pisadas de búfalo había visto. Algo muy extraño estaba ocurriendo. Entonces entendí: estaba alucinando. Poco más allá, la secuencia volvió a repetirse. En medio de la obscuridad, se alzaba un extraño árbol como salido de la biblia. Pero una vez más, la realidad volvió a golpearme. A lo largo del día, había pasado varias veces por ese punto del camino y jamás había notado la presencia de ese raro árbol. Nuevamente estaba alucinando. De inmediato, me atiborré de dátiles y gatorade, consciente que debía tener baja el azúcar.

En el siguiente Check Point, me alcanzó una corredora que venía detrás de mi y ya había visto. Tras dejar el check point, sabiendo que la corredora iba a hacer todo lo posible por acortar la distancia que nos separaba, decidí apurar el paso. Iba muy preocupada por el frontal. Las baterías se vaciaban con una rapidez inexplicable, a ese paso no lograría llegar a la meta con luz y no había luna. Como último recurso y con el fin de ahorrar energía, disminuí lo más que pude la intensidad del frontal. Con suerte alcanzaba a ver la punta de mis pies avanzando en la obscuridad. Me restaban unos pocos kilómetros para llegar a la meta, el esfuerzo era necesario, no iba a dejar que un frontal me dejara botada a mitad de camino.

Cuando por fin entré al tramo pavimentado ubicado a dos kilómetros del final de la ruta, sentí un inmenso alivio. Sólo tenía que hacer un último esfuerzo. Terminé la carrera casi a las once de la noche. A Cristian aun le faltaban 2 vueltas. A las 8:15 horas del viernes regresé a la meta en compañía de Sagiv. Cristián no se veía por ningún lado, lo cual era buena noticia. Significaba que estaba en ruta aun.

Terminé el Ultra Maratón Sovev-Kemek en el primer lugar femenil. Mi tiempo fue de veinticinco horas y cincuenta y dos minutos, nada mal considerando que incluso antes de correr había decidido limitar mi competitividad al mínimo y así lo había hecho. Fue la mejor forma no sólo de completar la carrera, sino de terminar el año y dar por superado el desafío de los Cinco Continentes. Si dijera que hacerlo fue pan comido, estaría mintiéndoles a todos. El reto no sólo fue físico, también mi mente y corazón sufrieron en el trayecto. Romper las barreras de cada uno implicó un sacrificio y un dolor sin precedentes, pero la experiencia me abrió la puerta a un mundo nuevo. Aunque hubo momentos duros, confieso que nunca dudé que lo lograría.

Con Israel, cerré el ciclo de la forma más sana posible. No sólo respeté los requerimientos de mi cuerpo y puse su bienestar por sobre la importancia de las medallas, además logré disfrutar cada segundo al ritmo y paso en que me siento más cómoda. No podía haber sido de otra forma.

Gracias a todos mis patrocinadores: VW, Arysta Life Science México, Sport City, Brooks, Garmin, In Reach, Benefit, Cuadrilátero, Gatorade, Phiten, Spacenet, Petzl, Lurbel, Raidlight, entre otros… ¡Obviamente, ya estamos preparando el 2015!

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